jueves, 29 de diciembre de 2011

ARTESANO PARTE ATRAS

Quien no ha pasado ni de visita por el taller de un artesano nunca se dará cuenta del sacrificio que conlleva la elaboración de una pieza por sencilla que parezca. No es lo mismo mirar la artesanía desde una perspectiva sensacionalista detrás de un escritorio de un despacho confortable, que adentrarse en los sinsabores que genera la captación y selección de la materia prima para convertirla a golpe de talento en una pieza de arte. gastarse la vista, hundirse las pestañas, cortarse los dedos, inhalar sustancias nocivas, tragar polvos, quemarse las manos y padecer accesos alérgicos, son de las que dañan la salud del artesano. Pero es muy bueno desplazarse bien vestido y perfumado montado en una Pathfinder y un Blackberry en mano por los aislados talleres en busca de mercancías por cheles y ofrecerlas como propias a precios sumamente rentables. Pero más beneficioso aún es caminar por los cientos de distribuidosas de chucherías y bisuterías donde se pueden adquirir miles de piezas a un costo que permite la bonanza económica. Esa misma mercancía que disfrazada de artesanía llega puntual a nuestras ferias temporales. Los busuteros, los revendones, los intermediarios y los falsificadores venden más que los artesanos auténticos. Reciben mejores y mayores beneficios porque no trabajan la materia ni se doblegan ante la mesa de un taller. Sus capitales provienen del trabajo de los más necesitados. Mientras esta situación se prolonga nos acostumbramos más a este tipo de gestión pecaminosa como una actividad normal. Y yo sigo con mi paranoía de que algo se puede lograr en beneficio de nuestros artesanos auténticos. Esos artistas genuinos que andan por esas calles de la confabulación y el delito ofertando sus mercancías de forma clandestina a precios de hambre para llegar al hogar con unas cuantas monedas en el bolsillo.

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